Los primeros estudios internacionales sobre la resiliencia estaban
enfocados en niños y niñas, quienes se desarrollaban en contextos de
vulnerabilidad psicosocial y aun así contradecían las exceptivas de presentar
trastornos mentales pese variable adversas
que se presentaban en su entorno (Masten, 2001) las primeras hipótesis sobre
la resiliencia la vinculaban a
invulnerabilidad (Rutter, 1993) luego se reconoce que en la resiliencia
responde a factores de tipo subjetivo y por consiguiente puede promoverse
(Infante, 2005)
Las conceptualizaciones sobre la resiliencia se pueden agrupar en cuatro
grandes bloques (Garcia, 2013):
Las definiciones que apuntan a la comprensión de la resiliencia desde la
adaptabilidad del sujeto a las circunstancias vivenciadas en el pasado y el
presente (Wenner, 1992); las
definiciones de resiliencia que están enfocadas a las capacidades o habilidades
de las personas (Grotberg, 1995); aquellas que hacen énfasis en los factores
internos y externos que propician la
resiliencia (Vanistendael, 2003) y las definiciones de resiliencia que apunta tanto a la
adaptación como al proceso mismo (Luthar, 2006).
Es de esta forma que no existe una
única definición de resiliencia y esta puede tomar diversos matices de
acuerdo a los autores: Se señalan definiciones que resaltan sus aspectos
biológicos: La resiliencia es un proceso dinámico, constructivo, de origen
interactivo, sociocultural que conduce a la optimización de los recursos
humanos y permite sobreponerse a las situaciones adversas. Se manifiesta en
distintos niveles del desarrollo, biológico, neurofisiológico y endocrino en
respuesta a los estímulos ambientales. (Kotliarenco, 2011); Otras definiciones resaltan las capacidades
individuales para resolver situaciones que requieren respuesta con entereza: La
resiliencia es la capacidad que posee un individuo frente a las adversidades,
para mantenerse en pie de lucha, con dosis de perseverancia, tenacidad, actitud
positiva y acciones, que permiten avanzar en contra de la corriente y
superarlas. (Yturralde, 2006) . Uno de los autores que presenta mayor citación
en el momento de definir este concepto es Grotber, el define la resiliencia
como la capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la
vida, superarlas e inclusive, ser transformados por ellas, entre sus propuestas
teóricas se resalta el trabajo que realiza para comprender la resiliencia tanto
en niño y como también en adolescentes (Grotberg, 1995)
Existen diversos autores que categorizado o delimitado a las
herramientas de personas resilientes,
un ejemplo de esto se encuentra en
Fernández-Abascal (Fernández-Abascal, 2009) quien señala: Sentido de la
autoestima fuerte y flexible, Independencia de pensamiento y de acción,
Habilidad para dar y recibir en las relaciones con los demás, Alto grado de disciplina
y de sentido de la responsabilidad. Reconocimiento y desarrollo de sus propias
capacidades, Una mente abierta y receptiva a nuevas idea, disposición para
soñar, Gran variedad de intereses, Un refinado sentido del humor, La percepción
de sus propios sentimientos y de los sentimientos de los demás, Capacidad para
comunicar estos sentimientos y de manera adecuada, Una gran tolerancia al
sufrimiento, Capacidad de concentración, Las experiencias personales son
interpretadas con un sentido de esperanza, Capacidad de afrontamiento, Apoyo
social
El estudio de la resiliencia implica el
reconocimiento de los factores de riesgo; las condiciones de
vulnerabilidad y los mecanismos de
protección que presentan las personas o grupos que desarrollan respuestas resilientes.
Cuando se reconocen los recursos que tienen las familias para superar
eventos como el desplazamiento forzado, nos remitimos al concepto de
resiliencia familiar. (Walsh, 2005).
Este abordaje de la forma como los individuos y familias afrontan los efectos
de la violencia social, responde comprender el fenómeno desde las habilidades y
destrezas que tienen los sujetos y no solo desde su déficit y coloca como meta
la promoción de estas dinámicas en aquellos que han sido afectados por este
tipo de eventos. En esta mirada es importante el reconocimiento de los factores
protectores que presentan las familias frente a eventos estresores o traumáticos (Yunes, 2003). Los estudios en resiliencia familiar estaban asociados a la comprensión de como
las familias generan respuestas frente a momentos críticos (McCubbin, 2002) y en las herramientas y esfuerzos con
los que cuentan para enfrentar la adversidad (Hawley, 1996).
Walsh (Walsh, 2005)
señala en el estudio de las familias resilientes la importancia de abordar su sistema de
creencias, estos son organizadores del sistema familiar, permiten señalar
lugares y límites de los integrantes de la familia, en su construcción interviene el discurso del
medio social. El sistema de creencias
permite que las familias construyan un sentido a partir de la adversidad e
implican las dimensiones de trascendencia y espiritualidad que caracteriza la
familia.
Un segundo aspecto que señala este autor son los patrones de organización
familiar, señalados por los recursos
económicos y sociales con los que cuenta la familia, cumplen una importante
función en la forma como la familia enfrenta las crisis o experiencias que
alteran su funcionamiento.
El tercer aspecto
es señalado por la comunicación, descrita como la capacidad que tienen los
integrantes de la familia en expresar y negociar sus necesidades, Walsh señala
como la resolución colaborativa de los problemas, la expresión emocional
abierta y la claridad de esta
comunicación, son aspectos importantes para su estudio. (Walsh, 2005).
Para que se construya la resiliencia es importante que al
menos uno de los adultos logre una re significación de la vivencia en forma
positiva, esto luego la movilización a otros miembros de la familia. De igual
forma se requiere que surjan algunos acuerdos mínimos en la organización
cotidiana de la familia como normas de convivencia, disciplina para los niños,
construcción de valores (Walsh, 2004)